La masonería en la Logia Unión 17

Hacia el año 1859, trabajaban en Rosario las logias Fraternidad y Bien Social nº 11, esta última residida por Juan Pablo López, hermano de Estanislao, el “patriarca de la Federación”. Ambas respondían a potencias distintas; la primera al Gran Oriente de la Confederación Argentina que presidía el doctor Miguel Valencia, y la segunda a la Gran Logia de la Argentina, presidida por el Dr. José Roque Pérez.

Durante el transcurso del mencionado año, hicieron mella en el seno de las Logias rosarinas, las gravísimas disidencias políticas que dividían a nuestro país. Buenos Aires, desde l852, se encontraba separada del resto de las provincias, convencida que el Acuerdo de San Nicolás la hería en sus más vitales intereses. Desde ese entonces y hasta setiembre de 1859, fecha en que la derrota de su ejército en Cepeda la obliga a reintegrarse al seno de la Confederación, la ansiada unión nacional no se concretaba y los masones, con papeles preponderantes en ambos bandos en pugna, veían afectada la armonía interna, máxime en una ciudad como Rosario donde, a decir de Juan Alvarez la misma desempeñaba el papel de yunque, donde Buenos Aires golpeaba incesantemente, tratando de herir mortalmente al principal reducto económico de la Confederación Argentina.

Tratando de poner fin a tal situación y luego de agotadas las instancias conciliatorias, un grupo de hermanos, entre los que se encontraba el Dr. Eugenio Pérez, hermano del Dr. José Roque Pérez, concibieron la idea de levantar las columnas de una nueva logia, que pudiera concretar ese ferviente anhelo de unidad, tanto nacional como masónica, que anidaba en la mayoría de los corazones. Para ello, le impusieron al nuevo Taller el nombre de “Unión”, a fin que quedara claro su objetivo fundamental. Así lo había hecho también el General San Martín, preanunciando con la denominación de Lautaro, el cacique araucano que derrotara a Valdivia, la razón primordial de la Logia que fundaba.

La Logia Unión levantó columnas el 24 de junio de 1860

En el día de San Juan Bautista, y el 11 de octubre del mismo año le fue otorgada su Carta Patente con el número 17, refrendada por nuestro Primer Gran Maestre el Dr. Roque Pérez, documento histórico que junto con su estandarte, decora nuestro Templo.
Desde entonces y hasta el presente, la Logia ha trabajado sin interrupciones, en beneficio de la sociedad y de los hermanos.
Su fundación coincidió con la constitución del Primer concejo Municipal, creado el 12 de febrero de ese mismo año l860, concejo que transformó a la Ilustre y Fiel Villa, de un largo y disperso caserío, como la definiera Carlos Darwin al visitarla en 1832, en una pujante urbe moderna consciente de su destino de grandeza. Leyendo al Dr. Juan Alvarez, quien tanto por su condición profana, como por la reconocida objetividad de sus investigaciones históricas no puede ser tachado de parcialidad en sus juicios, no les quedan dudas a profanos y masones, que los hermanos de este Taller, conjuntamente con el resto de las logias argentinas, trabajaron firmemente para transformar la realidad de una sociedad paralizada por largos años de luchas intestinas.

La Logia, institucionalmente, participó activamente, en su primera década de vida, en el rescate de cautivos, producto de los malones que asolaban las cercanías del Rosario. También actuó durante la epidemia de cólera que asoló la ciudad en 1867 y tuvo destacada labor como Hospital de Sangre durante la revolución del 30 de Julio de l893, que contó a Rosario como escenario principal.
El Hno. Leandro Alem, jefe de la revolución vencida, salvó su vida en este lugar, bajo la cobertura que le brindaron la Escuadra y el Compás.

La trayectoria de los miembros de la Logia Unión 17

Los integrantes del Taller, en el nivel personal, desarrollaron una labor intensa y polifacética en beneficio de la comunidad, participando activamente en la profunda transformación social que a partir de 1860 insertó a nuestro país y fundamentalmente a Santa Fe, en el concierto mundial como nación moderna y progresista.

La transformación se basó, como es sabido, en tres principios básicos:

1) Inmigración masiva

2) Integración de capitales
Todo unido al desenvolvimiento de formas de producción modernas.

3) Educación universal
Siempre con la característica de obligatoria y gratuita.

El elemento dinámico de todo esto fue la explotación racional de nuestro suelo, adormecido por años de errores políticos y económicos. A la construcción de este nuevo edificio social se aplicaron decidida y estructuralmente los Hermanos.

En el cumplimiento del primer objetivo. Inmigración masiva, mencionamos al Hno. Aaron Castellanos, fundador de la primera colonia agrícola de inmigrantes, que es hoy la pujante ciudad de Esperanza, en el norte de nuestra provincia; como así también a A Zenón Pereyra, y a Lisandro Paganini, fundadores de innumerables pueblos. En la actividad bancaria, que desterraría al préstamo usurario, se destacan los Hnos. Tiburcio Benegas, gerente del Banco Nacional y el doctor Melquíades Salvá, uno de los fundadores en 1874 del Banco Provincial de Santa Fe.

En la Industria y el comercio, a Francisco Henzi, industrial licorero, a Benjamin Tamburini, con talleres gráficos, a los Mayoristas Luis Pinasco y Luis Rosental, a Santiago Pusso (h) y su hermano Vicente, comerciantes y fotógrafos.

En la educación popular, citemos a Isidro Aliau, destacado pedagogo español; a Tesandro Santa Ana. Al Dr. Francisco Monguillot y al Dr. Pedro Rueda, Al Dr. Eudoro Díaz periodista y educador, rector del Colegio Nacional N° 1; a Desiderio Rosas, fundador de la primer biblioteca pública; a Luis Elías Fernandez de la Puente, fundador de la Escuela Normal N° 2. Al ya mencionado Doctor Salvá que dictó cátedra en el Colegio Nacional y fue autor de la ley de educación de Santa Fe del 13 de agosto de 1874.

En la salud popular y la acción mutual a los Doctores Mauricio Hertz y Eugenio Pérez; a José María buyo fundador de la primera mutual. la sociedad española de socorros mutuos. A los fundadores de la filial rosario de la Cruz Roja Argentina, su primer presidente Don Zenon Pereyra. Al doctor Eugenio Pérez, y los ya mencionados Vicente y Santiago Pusso (hmos.) en el campo del periodismo, al fundador del primer periódico que tuvo rosario “La Confederación” Don Federico de la Barra.

En el movimiento literario entre muchos, a Rodolfo Rivarola, Pedro Nicolorich, Andrés González del Solar y al Dr.David Peña, máxima figura de la literatura local.

En el movimiento científico al Ingeniero Ignacio Firmat.

En la música a Juan Aletta de Sylvas.

En la acción gubernamental entre muchos, a los gobernadores Rosendo María Fraga y Pascual Rosas, a los vicegobernadores Desiderio Rosas y Elías Fernández de la Puente; a los concejales integrantes del primer concejo Municipal Aaron Castellanos, Luis Lamas, José caffarena y su primer Secretario el ya mencionado Melquiades Salva y entre muchos otros que ejercieron la concejalía en el transcurso de este casi siglo y medio, al ya mencionado hermano Vicente Pusso y nuestro recordado Juan Antonio Vinacua, ambos también, ex Venerables de esta Logia. El Poder ejecutivo municipal contó con las destacadas figuras de Luis Lamas y el Doctor Daniel Infanti. También tuvo el Taller como miembro Ad vitam al H:. Bartolomé Mitre y contó entre sus filas al Luis María Galo de la Santísima Trinidad Lamas, ex Presidente Provisional de la R.O.del Uruguay en 1855.

Los hermanos han trabajado firmemente y sin pausas; en la práctica, no existió actividad social que los mismos no encararan. Dadas las características de esta plancha, que solo intenta demostrar la participación de los hermanos del taller en todos los estamentos sociales, quedan sin mencionar un gran número de hermanos que con poco o mucho contribuyeron con su esfuerzo a cambiar positivamente la realidad circundante.

Como reconocimiento a todos ellos y especialmente a los hermanos que en el último cuarto de siglo nos enseñaron con sus palabras y sus silencios a dar nuestros primeros pasos, honramos con nuestro recuerdo a Jorge Beduino, quien iluminó está Logia con su simpatía y hombría de bien. Por último, una necesaria aclaración: de hecho, el mérito de la labor personal de los hermanos, les es propio, aunque no hay dudas que el trabajo en logia les permitió a todos los nombrados una acción profana más estructurada

Hoy, al celebrar nuestros 161 años de labor ininterrumpida, debemos prepararnos para ubicar a la Logia dentro del contexto y del marco del Bicentenario de la Revolución de Mayo, ya que podemos decir que el levantamiento de columnas de nuestro Taller, a cincuenta años de esa Revolución, estuvo íntimamente relacionado con dicho acontecimiento; sin el primero no hubiera existido el segundo, ya que no se hubieran gestado las contingencias que motivaron la fundación de esta Logia. Estos hechos, iniciados en 1810, liberaron a esta tierra del yugo que le imponían los reyes de España, pero al mismo tiempo dieron comienzo a una larga lucha intestina que duró cincuenta años.

Es por ello, que la fundación de nuestra Logia es un acontecimiento histórico en sí mismo, ya que transcendiendo ese momento, proyectó su ejemplo hacia el futuro. Ella unió a los miembros de esta logia, suprimiendo los antagonismos políticos y sociales que los separaban.

Por todo lo expuesto, creemos que debemos reflexionar:

Hoy, nada es tan grave como aquellos actos que dividieron a nuestra Nación; si nuestros hermanos aún así, pudieron plasmar nuestra unidad, debemos prepararnos, en el presente, para seguir tan luminoso camino.

La Masonería Universal

Introducción general a la Masonería

La francmasonería o masonería se define a sí misma como una institución discreta de carácter iniciático, no religiosa, filantrópica, simbólica y filosófica fundada en un sentimiento de fraternidad. Tiene como objetivo la búsqueda de la verdad y fomentar el desarrollo social y moral del ser humano, además del progreso social.nota 1 Los masones se organizan en estructuras de base denominadas logias, que a su vez pueden estar agrupadas en una organización de ámbito superior normalmente denominada «Gran Logia», «Gran Oriente» o «Gran Priorato».

Aparecida en Europa entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, la masonería moderna o «especulativa» ha sido descrita a menudo como un sistema peculiar de moral, bajo el velo de alegorías y enseñado por símbolos. Se presenta a sí misma como una herramienta de formación, con un método particular que, basado en el simbolismo de la construcción, permite a sus miembros desarrollar su capacidad de escucha, de reflexión y de diálogo, para transmitir estos valores a su entorno.

La historia institucional de la masonería presenta numerosas disidencias, cuyas principales causas, con importantes matices y derivaciones, están relacionadas con la admisión de la mujer en la masonería, la cuestión de las creencias religiosas o metafísicas, la naturaleza de los temas tratados o la forma de trabajar de las logias, así como con las bases sobre las que se fundamenta la regularidad masónica. La existencia de distintos puntos de vista sobre estos y otros temas ha dado lugar al desarrollo de distintas ramas o corrientes masónicas, que a menudo no se reconocen entre ellas.
Según el Diccionario de los símbolos:

El compás ha sido considerado entre nosotros como el emblema de las ciencias exactas. La noción de regla, de rectitud, está también por otra parte en la base del kuei chino. Los grados de la abertura del compás simbolizan, en la tradición masónica, las posibilidades y los grados del conocimiento, 45° se refiere al octavo, 60° al sexto, y 90° al cuarto. La masonería, al limitar la abertura del compás a 90° máximo, indica con ello los límites que el hombre no sabría traspasar. El ángulo de 90° reproduce la escuadra. Ya que la escuadra es como sabemos el símbolo de la materia, el compás es el símbolo del espíritu y de su poder sobre la materia. El compás abierto en 45° indica que la materia no está completamente dominada, mientras que la abertura de 90° realiza íntegramente el equilibrio entre las dos fuerzas; el compás se convierte en escuadra justa.

En las ceremonias de admisión, cuyas imágenes son accesibles en diversos medios, se puede ver entre los elementos que la forman el anagrama VITRIOL, conocido en la alquimia, para el que hay dos equivalencias diferentes:

Visita interiorem terrae rectificando inveniens opera lapidem (‘desciende a las entrañas de la Tierra, y destilando encontrarás la piedra de la obra’).
Visita interiora terrae rectificando inveniens occultum lapidem (‘explora los interiores de la Tierra. Rectificando, descubrirás la piedra escondida’).

Masonería regular anglosajona

La corriente que se denomina anglosajona está encabezada por la Gran Logia Unida de Inglaterra y a ella se adscriben las principales obediencias, por lo que a número de miembros se refiere, de las Islas Británicas, Estados Unidos, los países de la Commonwealth, Iberoamérica y parte de la Europa continental, incluida España.2 Basándose en su interpretación de la tradición masónica y, en particular, de las Constituciones de Anderson, las Obediencias y Logias de esta línea establecen los siguientes criterios de regularidad:
La creencia en un dios o en un ser supremo (solo uno), que puede ser entendido como un principio no dogmático, como un requisito imprescindible a sus miembros.

Los juramentos deben realizarse sobre el llamado Volumen de la Ley Sagrada, generalmente la Biblia u otro libro considerado sagrado o símbolo de lo trascendente por el que realiza el juramento. La presencia de este Volumen de la Ley Sagrada, la Escuadra y el Compás son imprescindibles en la logia.
No se reconocía la iniciación masónica femenina ni se aceptaba el contacto masónico con las logias que admitan a mujeres entre sus miembros.
Están expresamente prohibidas las discusiones sobre política y religión, así como el posicionamiento institucional sobre estos aspectos.

Masonería regular continental

La corriente que se denomina liberal o adogmática tiene su principal exponente mundial en el Gran Oriente de Francia. Es la principal corriente, por lo que a número de miembros se refiere, en Francia, África francófona y algunos países de la Europa continental, y a ella se adscriben muchas obediencias en todo el mundo, en especial en Iberoamérica y la Europa continental, incluyendo, en particular, a las Obediencias femeninas y mixtas. No se basa en un estándar de regularidad establecido, sino que mantiene como referente el reconocimiento compartido de unos valores, modelos rituales y organizativos que, por tradición, se consideran esencialmente masónicos. Por este motivo, presenta una mayor variedad de formas concretas de organización, cuyas principales características, que no tienen que darse simultáneamente, son:
El principio de libertad absoluta de conciencia. Admite entre sus miembros tanto a creyentes como a ateos y los juramentos pueden realizarse, según las logias, sobre el Libro de la Ley (las Constituciones de la Orden) o sobre el Volumen de la Ley Sagrada, en ambos casos junto a la Escuadra y el Compás.

El reconocimiento del carácter regular de la iniciación femenina. Las Obediencias pueden ser masculinas, mixtas o femeninas.
El debate de las ideas y la participación social. Las logias debaten libremente incluso sobre cuestiones relacionadas con la religión o la política, llegando, en determinadas ocasiones, a posicionarse institucionalmente sobre cuestiones relacionadas con esos aspectos.

La masonería operativa

Una de las leyendas más importantes de la francmasonería atribuye a Hiram Abif, mítico arquitecto del Templo de Salomón en Jerusalén, la fundación de la orden masónica. Algunos textos retrotraen el origen de la masonería a épocas de aún mayor antigüedad, y llegan a considerar como fundadores a distintas figuras bíblicas, como Tubalcaín, Moisés, Noé o el mismísimo Adán. De la antigüedad de la sociedad hablaría el que las citas del AT y el NT sobre: ‘Los arquitectos’, pudiesen referirse a algunas personas relacionadas con este grupo iniciático. Más realistas, pero todavía en el ámbito de lo mítico o de lo pseudohistórico, diversos autores han atribuido este origen a los constructores de las pirámides en el antiguo Egipto, a los Collegia Fabrorum romanos, a la orden de los templarios, la de los Rosacruces o a los humanistas del Renacimaterra dio a estas corporaciones en el año 926, denominado Constituciones de York. Este manuscrito se perdió en el siglo XV y fue reescrito de memoria por los que lo conocían. Por este motivo, la Carta o Estatutos de Bolonia, redactados en 1248, son el documento masónico original más antiguo que se conoce. Trata de aspectos jurídicos, administrativos y de usos y costumbres del gremio. Le siguen en antigüedad otros documentos, como el Poema Regius o Manuscrito Halliwell (1390), el Manuscrito Cooke (1410), el Manuscrito de Estrasburgo (1459), los Estatutos de Ratisbona (1459), los de Schaw (1598), el Manuscrito Iñigo Jones (1607), los de Absolion (1668) y el Sloane (1700). Todos estos manuscritos se refieren a la masonería «operativa» o gremial, de la que especifican sobre todo las reglas del «oficio», y los historiadores suelen referirse a ellas en un sentido genérico como «constituciones góticas».

El gran arquitecto del universo

El Gran Arquitecto del Universo, expresado habitualmente con el acrónimo GADU, es un símbolo tradicional en masonería cuyo contenido, interpretación y relevancia varían según la corriente masónica de que se trate.
Para la corriente anglosajona, el GADU representa al Ser Supremo, un principio masónico cuya creencia e invocación en la práctica del rito son imprescindibles. Para la corriente continental, establecer la condición de la creencia en un Ser Supremo supone limitar la libertad de conciencia de sus miembros, por lo que ni la creencia en el GADU ni su invocación son preceptivas.

Los masones, como individuos, son en todo caso libres de darle el contenido que mejor se ajuste a sus creencias. Como todos los símbolos, proporciona un marco, pero su interpretación concreta corresponde a cada cual.
Muchos francmasones consideran que el símbolo GADU es igual al Dios creador que determina a su voluntad los planes de la existencia. Para otros muchos, simboliza la idea de un Principio Creador, Alma Suprema que está en el origen del Universo, cuya naturaleza es indefinible. Hay por último masones que, prescindiendo de cualquier enfoque trascendente, identifican al GADU con la sublimación del ideal masónico o que lo interpretan desde una perspectiva panteísta o naturalista.

La masonería no sería compatible con una postura de nihilismo radical que negara cualquier sentido trascendente o inmanente al mundo, que interpretara el Universo como un puro caos sin orden posible, o que negara que, a pesar del desorden aparente, hay un Cosmos.

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La Masonería en Argentina

Orígenes de la Masonería Argentina

Viajeros, comerciantes, militares, intelectuales procedentes de Inglaterra, España, Francia y Portugal, difundieron las logias en América del Sur. En Buenos Aires, las primeras noticias de la hermandad se remontan a fines del siglo XVIII. La primera logia en territorio argentino fue la “Logia Independencia”, con protocolos de autorización otorgados por la Gran Logia General Escocesa de Francia. Dicha autorización data aproximadamente de 1795 y su sola denominación acusaba en sus integrantes una concepción autonomista para las tierras americanas.

Según refirió Francisco Guilló en su libro Episodios patrios, la logia funcionaba en un semiarruinado caserón, donde tiempo atrás el presbítero Juan Gutierrez Gonzalez y Aragón había levantado la Capilla de San Miguel, que posteriormente fue abandonada ante las dificultades que los grandes zanjones oponían para que los feligreses pudieran llegar a ella durante y después de las lluvias.
Por lo que toca a la “Logia Independencia”, con ese nombre apareció otra logia, presidida por Julián B. Alvarez, en 1810, y es probable que no haya tenido continuidad con la homónima anterior. Esta logia dirigida por Alvarez es la que suministró los elementos básicos para la constitución de la Logia Lautaro, con la cual se inició el historial más importante de la masonería en la Emancipación.
El historiador Juan Canter negó la existencia de la “Logia Independencia”, pero el coronel inglés Santiago Florencio Burke masón confesó, conto que cuando se fue de Buenos Aires, en 1809, fueron a despedirlo “un número de las principales personas del lugar, mis viejos amigos de Independencia”, refiriéndose indudablemente a la logia.

Lappas refutó a Canter sosteniendo que “contrariamente a las afirmaciones contundentes de eruditos historiadores, hemos podido comprobar como cierta la existencia en Buenos Aires de una Logia denominada “Independencia”, fundada a fines del siglo XVIII y que obtuvo Carta Constitutiva de la Gran de Loge Generale Ecossaise de France, cuerpo este que fue absorbido el 8 de enero de 1805 por el Gran Oriente de Francia, quedando la antes mencionada Logia en libertad de acción sobre su futuro”.

Desde luego, existe en el tema masónico una enorme dificultad para lograr documentos y pruebas fehacientes. Esto es por la propia naturaleza de las sociedades cerradas o secretas, a lo que se suman las políticas represivas de particular violencia que se han empleado en su contra, al constituirse en baluarte de la revolución democrático-burguesa contra el absolutismo.

Lo ha señalado el español Miguel Morayta quien, al escribir la primera historia sistemática de la masonería peninsular, decia: “La historia interna de la masoneria española no se ha escrito aún y seguramente no se escribirá nunca; faltan y faltaran siempre los documentos del caso necesario. Durante muchos años las logias no extendieron actas de sus tenidas, ni firmaron siquiera expedientes de iniciación, se hacia indispensable no dejar rastros de sus actos. ¿Cómo, sin existir archivos narrar las vicisitudes de la Orden? Más hacedero, si bien no del todo fácil, es historiar sus manifestaciones externas, sus actos públicos, es decir, sus trabajos intentados o cumplidos en el mundo profano”.

Morayta sostuvo esta tésis después que la historiografía había comenzado a efectuar una severa crítica a la manía documentalista. Los documentos son importantes, pero mucho más lo es la facultad de comprensión del historiador. E1 eminente Leopoldo von Ranke lo explicó al señalar que la misión del historiador “no consiste tanto en reunir y acoplar hechos como en comprenderlos y explicarlos. La historia no es, como algunos piensan, obra de la memoria exclusivamente, sino que requiere ante todo agudeza y claridad de inteligencia. No lo pondrá en duda quien se de cuenta de cuan difícil es distinguir lo verdadero de lo falso y escoger entre muchas referencias la que pueda ser considerada como la mejor, o quien conozca aunque sólo sea de oídas aquella parte de la crítica que tiene su asiento en los aledaños de la histografía”.

La Fundación de la Gran Logia

La masonería Argentina, como se la conoce ahora, tuvo como partida de nacimiento la constitución de la Gran Logia, el 11 de Diciembre de 1857. Esta constitución produjo un complicado trámite a raíz del virtual enfrentamiento entre Miguel Valencia (1799-1870) que provenía de una familia unitaria que había retornado del Brasil, luego de un extenso exilio, y José Roque Pérez (1815-1871), un federal que habia sido funcionario diplomatico durante el gobierno de Rosas.

Desde luego que no fueron los ingleses los que reconocieron a los masones argentinos. Valencia tenia poderes conferidos por la masonería brasileña, ajena a la tradición argentina, y Pérez,relaciones estrechas con la Gran Logia de Montevideo, que era el centro masónico fundamental en el Rio de la Plata.

Miguel Valencia era, como Pérez, un jurisconsulto. En 1832 había sido redactor de El Telégrafo del Comercio, pero al poco tiempo tuvo que abandonar Buenos Aires por la persecucion rosista y se trasladó al Brasil, donde dictó varias cátedras de derecho en la Universidad de Río de Janeiro y colaboró en el periodismo.

Después de Caseros, Valencia fue miembro de la judicatura, dictó cátedra en la Facultad de Derecho porteña y, a partir de 1853, formó parte del Senado bonaerense en la fracción antiurquicista. Era un orador fogoso y su actividad política fue favorable al partido porteño.
En la masonería lo había iniciado el doctor Julián Alvarez (1788-1843), figura clave de la masonería en mayo de 1810’3. Valencia militó en la masonería chilena y en la “Logia Capitular Regeneración”, de Niteroi, Brasil.

Al retornar a Buenos Aires, mantuvo diferencias con José Roque Pérez, apresurándose a crear, a principios de 1857, el denominado “Gran Oriente de la Confederación Argentina”, pero su esfuerzo fue efímero y poco aglutinante. Jose Roque Pérez y la amplia mayoría de los masones de la época no querian una masonería unitaria sino que pretendían otra que impulsara la unidad nacional. En pocos meses, Pérez recorrió las tres logias que reconocían el liderazgo de Valencia y lo dejó sin base de sustentación. Con las que le respondian y con aquellas que se habían agrupado junto al doctor Valencia, José Roque Pérez fundó la actual Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.
La constitución de la Gran Logia dio organicidad a las diversas logias, uniendo a las que actuaban en Buenos Aires y luego a éstas con las del interior del país. Aquel 11 de diciembre de 1857 realizaron el pacto de unión las logias “Union del Plata”, “Confraternidad Argentina”, “Consuelo del Infortunio”, “Tolerancia”, “Regeneración”, “Lealtad” y “Constancia”, eligiendo como Gran Maestre al doctor Jose Roque Pérez. Jurista notable, diplomático, filántropo y humanista, Pérez, junto a otros cofrades, en su mayoría médicos – como el doctor Manuel Gregorio Argerich -, murieron socorriendo a los enfermos durante la epidemia de fiebre amarilla. El pintor uruguayo Juan Manuel Blanes (1830-1901) inmortalizó a los mártires masónicos en su cuadro La fiebre amarilla, donde están representados José Roque Pérez y Argerich, junto a un adolecente, trasponiendo el portal de una casa y aparecen una mujer, en el suelo, muerta, y su bebé gateando en busca de socorro.

(Contenido propiciado por la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones)